Epistemología y conocimiento científico


Por: Maricruz Prado 

Epistemología 

Como epistemología se denomina la disciplina cuyo objeto de estudio es la naturaleza, el origen y la validez del conocimiento. La palabra se compone con las voces griegas πιστήμη (epistéme), que significa ‘conocimiento’, y λόγος (lógos), que traduce ‘estudio’ o ‘ciencia’.

La epistemología, como tal, es una rama de la filosofíaque estudia los fundamentos y métodos del conocimiento científico. Para ello, procura dar respuestas a interrogantes tales como: ¿qué es el conocimiento?, ¿cómo se produce el proceso de razonamiento en la mente humana?, ¿cómo determinamos que aquello que hemos entendido es, en efecto, verdad?
Así, la epistemología también se encarga de estudiar el grado de certeza del conocimiento científico en sus diferentes áreas, con el objetivo principal de estimar su importancia para el espíritu humano. Como tal, la epistemología también se puede considerar parte de la filosofía de la ciencia.
La epistemología surgió con Platón, quien oponía el concepto de creencia u opinión al de conocimiento. De este modo, mientras la opinión es un punto de vista subjetivo, sin rigor ni fundamento, el conocimiento es la creencia verdadera y justificada que se ha obtenido luego de un riguroso proceso de comprobación y validación. Así, según la teoría de Platón, el conocimiento es el conjunto de todas las informaciones que describen y explican el mundo natural y social que nos rodea.
La epistemología, además, provoca dos posiciones, una empirista que dice que el conocimiento debe basarse en la experiencia, es decir, en lo que se ha aprendido durante la vida, y una posición racionalista, que sostiene que la fuente del conocimiento es la razón, no la experiencia.
Por otro lado, la epistemología, desde el punto de vista de la filosofía, también puede referirse a la teoría del conocimiento o gnoseología. En este sentido, vendría a referirse al estudio del conocimiento y del pensamiento en general. No obstante, hay autores que prefieren distinguir la epistemología, que se enfoca fundamentalmente en el conocimiento científico, de la gnoseología.


Conocimiento 
    Uno de los grandes temas de la filosofía de todos los tiempos se refiere a indagar en qué consiste el acto de conocer, cuál es la esencia del conocimiento y la relación cognoscitiva entre el hombre y las cosas que lo rodean. A pesar de que es una acción cotidiana, no existe un acuerdo acerca de lo que sucede cuando se conoce algo. La definición más sencilla concibe que conocer consiste en obtener una información acerca de un objeto. Conocer es conseguir un dato o una noticia sobre algo. El conocimiento e esa noticia o información acerca de ese objeto.
     Ahora bien, la teoría del conocimiento es una doctrina filosófica. Para precisar su ubicación en el todo que es la filosofía, es imprescindible que antes aparezca una definición esencial de ésta y lo primero que se debe intentar es descubrir un objetivo común contenido en todos aquellos sistemas a cuya vista se constituyen todos aquellos sistemas de la filosofía. Tales sistemas son los de Platón, Aristóteles, Descartes, Leibnitz, Kant y Hegel, ya que en todos ellos se hallará una inclinación en la universalidad, una orientación en la totalidad objetiva por ejemplo, el ser, la esencia, el conocimiento.
     En los principios de la edad moderna se retoman los caminos del concepto Aristotélico, que tiene como centro una ciencia universal del ser. Los sistemas de Descartes, Spinoza y Leibnitz, presentan idéntica orientación a la Estagirita, ya que todos tienden al conocimiento del mundo objetivo. Por el contrario, Kant revive el estilo Platónico, al procurar elevar la vida, con todos sus conceptos a la conciencia filosófica. Es verdad que Kant en su primera manifestación surge como una teoría del conocimiento o como base crítica del estudio científico. Pero no se detiene en el ámbito teórico sino que avanza a formular la base crítica de todos los campos conocibles.
     Al lado de la Crítica de la razón pura, se encuentra la Crítica de la razón práctica, que aborda el tema de la valorización moral, y la Crítica del juicio, cuyo objetivo son las investigaciones críticas de los valores estéticos. Así pues, en Kant aparece la filosofía como una reflexión universal del pensamiento sobre sí mismo, como una reflexión del hombre estudioso sobre los valores de su conducta.
     En tal sentido, la supresión de todos los principios materiales y objetivos, los cuales existen indudablemente en Kant, de manera que la filosofía asume un carácter puramente formal y metodológico. Esta postura intelectual provoca una reacción que forja un nuevo movimiento en el pensamiento filosófico, el cual vuelve a inclinarse a lo material y objetivo, constituyendo una renovación del carácter aristotélico.
     Este breve repaso de toda la evolución histórica del pensamiento filosófico, permite determinar otros dos elementos del concepto esencial de la filosofía. Al primero se conoce con la expresión “concepción del yo”; al segundo se le denomina “concepción del universo”. La filosofía es ambas cosas: una concepción del yo y una concepción del universo. En virtud de ello, en todo conocimiento se pueden distinguir cuatro elementos: (1) el sujeto que conoce; (2) el objeto conocido; (3) la operación misma de conocer; y (4) el resultado obtenido que es la información recabada acerca del objeto.
     Expresado de otra manera, el sujeto se pone en contacto con el objeto y obtiene una información acerca del mismo. Cuando existe congruencia o adecuación entre el objeto y la representación interna correspondiente, se dice que se está en posesión de una verdad.
     En este mismo contexto, el ser humano puede captar un objeto en tres diferentes niveles: sensible, conceptual y holístico. El primero consiste en captar un objeto por medio de los sentidos; tal es el caso de las imágenes captadas por medio de la vista. Gracias a ella se puede almacenar en la mente las imágenes de las cosas, con color, figura y dimensiones. Los ojos y los oídos son los principales sentidos utilizados por el ser humano. Los animales han desarrollado poderosamente el olfato  el tacto.
     En segundo lugar, se tiene el conocimiento conceptual, que consiste en representaciones invisibles, inmateriales, pero universales y esenciales. La principal diferencia entre el nivel sensible y el conceptual reside en la singularidad y universalidad que caracteriza, respectivamente, a estos dos tipos de conocimiento. El conocimiento sensible es singular y el conceptual universal. Por ejemplo, se puede ver y mantener la imagen del padre; esto es conocimiento sensible, singular. Pero además, se puede tener el concepto de padre, que abarca a todos los padres; es universal. El concepto de padre ya no tiene color o dimensiones, es abstracto. La imagen de padre es singular, y representa a una persona con dimensiones y figuras concretas.
      En contradicción, el concepto de padre es universal; padre es el ser que da vida a otro ser. La imagen de padre sólo se aplica al que se tiene enfrente. En cambio, el concepto de padre se aplica a todos los padres. Por esto se dice que la imagen es singular y el concepto es universal.
     En tercer lugar, se tiene el conocimiento holístico o intuitivo, con el riesgo de muchas confusiones, dado que la palabra intuición se ha utilizado hasta para hablar de premoniciones y corazonadas. En este nivel tampoco hay colores, dimensiones ni estructuras universales como es el caso del conocimiento conceptual. Intuir un objeto significa captarlo dentro de un amplio contexto, como elemento de una totalidad, sin estructuras ni límites definidos con claridad.
     La palabra holístico se refiere a esta totalidad percibida en el momento de la intuición. La principal diferencia entre el conocimiento holístico y conceptual reside en las estructuras. El primero carece de estructuras, o por lo menos, tiende a prescindir de ellas. El concepto, en cambio, es un reconocimiento estructurado. Debido a esto, lo percibido a nivel intuitivo no se puede definir o delimitar, se capta como un elemento de una totalidad, se tiene una vivencia de una presencia, pero sin poder expresarla adecuadamente. Aquí está también la raíz de la dificultad para dar ejemplos concretos de este conocimiento. Intuir un valor, por ejemplo, es tener la vivencia o presencia de ese valor y apreciarlo como tal, pero con una escasa probabilidad de poder expresarla y comunicarla a los demás.
     Un ejemplo de conocimiento holístico o intuitivo es el caso de un descubrimiento en el terreno de la ciencia. Cuando un científico deslumbra una hipótesis explicativa de los fenómenos que estudia, se puede decir que ese momento tiene un conocimiento holístico, es decir, capta al objeto estudiado en un contexto amplio en donde se relaciona con otros objetos y se explica el fenómeno, sus relaciones, sus cambios y sus características. El trabajo posterior del científico, una vez que ha vislumbrado una hipótesis, consiste en traducir en términos estructurados (conceptos) la visión que ha captados en el conocimiento holístico, gracias a un momento de inspiración.
      La captación de valores ofrece el mejor ejemplo de conocimiento holístico, Se puede ver a un ser humano enfrente (esto es un conocimiento sensible o de primer nivel). Se puede captar el concepto de hombre y definirlo (conocimiento conceptual o de segundo nivel). Pero además, se puede vislumbrar el valor de este hombre en concreto dentro de su familia. Se percibe su valor y se le aprecia. Esto es un conocimiento holístico o de tercer nivel.
     La experiencia estética proporciona otro ejemplo de conocimiento holístico. Percibir la belleza de una obra de arte significa captar ese objeto sin estructuras, sin conceptos, simplemente deteniéndose en la armonía, congruencias y afinidades con el propio sujeto. Debido a esto, la experiencia estética se puede denominar también conocimiento por con naturalidad.
     Para algunos autores, el fundamento de la posibilidad del conocimiento es la realidad, bien la sensible (como han defendido los filósofos de orientación empirista), bien la inteligible (como aquellos racionalistas que han defendido el carácter realmente existente de las entidades conceptuales o nociones generales).
     Por otro lado, mientras que la epistemología ha sido entendida tradicionalmente como una teoría del conocimiento en general, en el siglo XX, los filósofos se interesaron principalmente por construir una teoría del conocimiento científico, suponiendo que si se lograra disponer de teorías adecuadas que explicaran los mecanismos de un conocimiento de este tipo, podrían avanzar considerablemente por la misma vía en la solución de problemas gnoseológicos (doctrina filosófica y religiosa que pretendía tener un conocimiento misterioso e instintivo de las cosas divinas) más generales.
     La elaboración de una epistemología de este tipo constituyó la tarea abordada especialmente por los autores del Círculo de Viena, que fueron el germen de todo movimiento del empirismo o positivismo lógico. Para estos filósofos se trataba de conseguir un sistema unitario de saber y conocimiento, lo que requería la unificación del lenguaje y la metodología de las distintas ciencias. Este lenguaje debería ser intersubjetivo, lo que exigía la utilización de formalismos y de una semántica común y universal, es decir, cualquier proposición debía poder traducirse a él.
     Lo único que puede hacerse es formular la hipótesis de la existencia de una realidad independiente de la propia experiencia e indicar criterios para su contrastación en la medida en que una afirmación de existencia implica determinados enunciados perceptivos. No hay ninguna posibilidad de decisión respecto a una realidad o idealidad absolutas. Todas las formas epistemológicas de la tradición filosófica inspiradas en posiciones metafísicas, como el idealismo, el realismo filosófico, el fenomenalismo, entre otras, caerían. Así, fuera del ámbito del conocimiento empírico, ya que buscarían responder a una pregunta imposible.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

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La ciencia, su método y su filosofía, Buenos Aires: Paidos, 1973.
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Feigl, H.: «Origen y espíritu del positivismo lógico»,Teorema 9, 1979, pp. 323-352.
Feyerabend, P.: Contra el método, Barcelona: Ariel, 1976

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